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Querido diario…. Llegada a Savona.



¿Preparado para ir a Italia? No, como siempre todo para lo último. La casa por recoger, maletas por hacer, papeleo de última hora y poniendo al día las comunicaciones con la organización que me acogerá.

Por supuesto, los días previos, no podía dormir de los nervios… hasta que llegó el miércoles 28 de marzo y las prisas se convirtieron en urgencia ya que el tiempo se echaba encima. No me dio tiempo a recoger todo así que unas grandes amigas me ayudaron a recoger. Tuve que dejar atrás cosas que ya no me cabían en el equipaje; por cierto, demasiado equipaje, gran error para mi espalda y mis posibilidades de viajar con tanto.

Primer destino: Madrid. Salía el bus a las 15:30 desde Badajoz y me fue a despedir mi familia, como en las películas. Me emocioné. Me emocioné porque decía adiós (temporalmente) a mi vida en Badajoz, a mi familia y amigas, a mi trabajo, al teatro, a la educación y política, a mi casa… Dejaba una etapa atrás para vivir una nueva experiencia que seguro me va a enriquecer más que a los “Botín”. Llegué a eso de las 21:00 y me quedaba a dormir an’ka un amigo para coger el avión al día siguiente y llegar pronto al aeropuerto. Primera batalla con las maletas cuando llegué a Madrid y salí del autobús. Una maleta grande y pesada con ruedas, otra pequeña no tan pesada con ruedas y una bolsa deportiva grande y pesada (más una mochila). Saqué una a una cada maleta del maletero del autobús y ahí me veía haciendo un tetris con tanta maleta alrededor de mi cuerpo. Lo probé unas tres veces a ver cómo me iba mejor, se me cayeron varias veces… la gente me miraba pensando: “este chiquillo no puede con tanto”… pero pude y aquí estoy. Lo del metro fue una odisea, las maletas se me iban cayendo jajaja Cuando llegué a casa de mi amigo mi cuerpo me quería decir algo: “no vuelvas a cargarme con tanto peso”. Y mi cuerpo dolorido durmió y descansó la noche.

A la mañana siguiente, bien temprano, vuelta a la odisea de transportar todo hasta el aeropuerto cogiendo el metro. Pero uno ya era sabio y aprendió del día anterior y ya le cogí el truco a eso de llevar tanta maleta. Parecía un malabarista. Una vez llegado al aeropuerto y quitarme los nervios de encontrar el lugar de facturación y la puerta de embarque me tocó esperar varias horas.

Mis nervios aumentaban, pero ya quedaba poco para llegar. Dos horas de trayecto. Ya empecé a escuchar algo de italiano. Me senté junto a una señora originaria de Santo Domingo que me hablaba en italiano y a veces en “italiagnolo”. De nuevo, tuve la sensación de despedida al ver por la ventana que dejaba atrás “mi país” (que raro se me hace decirlo… mí país y el de quien quiera que no tengo la titularidad), más bien mí casa, mi hogar. Volví a emocionarme. Que bueno eso de sentir sentimientos y dejarlos florecer.

Próxima parada: Milán. Donde, sino había entendido mal el inglés, me encontraba con mi compañero de voluntariado, Alexis, de origen francés. Una vez el avión aterrizó y nos hizo esperar dentro bastantes minutos me dirigí a por las maletas. La sensación era extraña porque ya estaba en Italia, ya había llegado. Dejé atrás la “seguridad” de que me entiendan en mi lengua, de que con un autobús o coche compartido podía llegar a mi casa en pocas horas…

Me mensajeaba con mi compañero francés para encontrarnos. Él llegó 20 minutos antes, pero en la otra terminal. La idea era encontrarnos en el autobús que nos llevaba a la estación de tren de Milán (rumbo a Savona). Salía del aeropuerto con mi tetris de maletas en la búsqueda del autobús del cual ya tenía billete al comprarlo por internet. Vi muchos autobuses y una cola de gente. Estaba algo perdido así que me acerqué a uno donde había trabajadores de la compañía organizando la cosa. Cuando fui a preguntar, el señor me gritó: “Milano centrale, Milano centrale” y se dispuso a cogerme la maleta. Yo rápidamente le pregunté que cual era mi autobús (no recuerdo en qué lengua, si en inglés, en italiagnolo o en una mezcla de todo) y me dispuse a enseñarle mi billete. El señor, sin mirar el billete, me dijo que era este autobús y termino de meter mi Tetris de equipaje en el maletero. Aún así le enseñé el billete para asegurarme a pesar de que mi equipaje ya estaba “facturado” en su autobús. Fue una escena algo graciosa porque parecía que no aceptaba un no por respuesta jajaja. Y efectivamente era mi autobús ya que aceptaron el billete que ya tenía y reconocí en el bus el logo de la compañía.

Ahora me tocaba saber si me encontraba con mi compañero francés en el mismo autobús. Él me decía por WhatsApp que sí y yo me aseguré preguntando en el autobús si pasaba por la terminal 2 (donde estaba él). Así fue, íbamos a la terminal 2 y cuando me dirigía allí mi compañero me llama… Me puse nervioso porque era la primera vez que hablaba con él, ¡¡y en inglés!!. A pesar de mi “ateidad” me santigüé tres veces y cogí la llamada. Tras una breve presentación me comunicaba algo de lo cual yo no me enteraba así que usaba mi técnica de preguntar si lo estaba entendiendo: “So, you took other bus and you going to the train station?”. Y así fue, al final no nos encontrábamos en el autobús sino en la estación de tren de Milán. Y vuelta a la pregunta: “we will meet in the bus stop?”. Y allí que estaba él esperándome en la parada de autobús junto a la estación de tren “Milano centrale”. Breve presentación y vuelta al tetris de maletas. Me pedía disculpas por su acento y yo le pedía disculpas por mi pésimo inglés mientras buscábamos el lugar para comprar el billete de tren. Allí había negocio, muchas personas se ofrecían a ayudarte a transportar maletas, a coger un taxi, a llevarte al hotel, a comprar los billetes de tren… y tenías que huir de las afirmaciones a ver si te iban a coger las maletas. Encontramos las máquinas para comprar el billete, y comenzamos el procedimiento en italiano. Cuando ponemos en el buscador “Savona” no aparece nada. Primer error, no solo hay una empresa de trenes así que encontramos la máquina correcta. Tras una breve pelea con la máquina conseguimos dos billetes para llegar a Savona a las 21:50 donde nos esperaría nuestra querida coordinadora, Didi.

Teníamos algo menos de una hora de espera así que fuimos a tomar algo. Tras una breve vuelta por la gran plaza que hay junto a la estación encontramos un bar con pinta de caro y allí que nos metimos. Mi cuerpo me recordaba que no era buena idea hacer turismo con tanta maleta… Al intentar adentrarme en la terraza del bar, no medía bien que la extensión de mi cuerpo era mucho más grande con tanta maleta por lo que iba moviéndole (o tirando) el velador a mi paso mientras mi compañero francés y yo nos reíamos y el camarero me ponía (con mucha razón) mala cara. Tras tomar un café y un té bien caros se nos echaba el tiempo encima, así que tras mi tetris y no volver a tirarle nada al señor del bar fuimos corriendo a buscar el andén del tren. Me puse algo nervioso porque veía que la estación era grande, que no quedaba claro donde estaban los trenes y que teníamos poco tiempo. Subimos varias escaleras mecánicas, no entendía como los trenes podían estar a tres pisos de altura. En la última escalera, antes de bajar, veo que mi compañero se para… pero la escalera no para así que medio le estaba empujando. Y es que se le había enganchado el cordón del zapato ¡¡en la escalera!! Y una marabunta de gente detrás nuestra se chocaba con nosotros y protestaba. Creo que le salían gotas de sudor a mí compañero pero en pocos y eternos segundos se desenganchó y nos sirvió para echarnos otras risas.

Habiendo sobrevivido a esa catástrofe encontramos una puerta por donde pasa todo el mundo enseñando el billete de tren a un señor con cara de pocos amigos. Y ahí estaba nuestro tren, en el andén 22. Un tren algo vintage por fuera y medio vintage por dentro. Buscamos el mejor sitio y este fue junto a una puerta de cambio de vagón por donde cada persona que quería pasar chocaba con mi maleta. Yo apurado todo el tiempo por esa educación de no perturbar ni molestar y con miedo a que alguna trabajadora del tren me riñera. Me sorprendía ver que había gente de pie en un trayecto que podía durar horas (aunque había trayectos de 30 minutos también). El tren sirvió para descansar un poco, no hablar (y descansar la mente al no traducir todo lo que piensas) y hacer un poco de mindfulness.

Me quedó la duda de si teníamos que hacer transbordo en Génova porque en el billete no aparecía nada y nadie informaba de nada. Veía que en el tren no había control de pasajeros y no veías a ninguna persona que trabajase en el tren. Prefería pensar que no teníamos que cambiarnos… pero nos asaltaron las dudas al casi llegar a Génova y decirme mi compañero que creía que sí. Preguntamos a unas pasajeras y nos dijeron que sí, que o en la parada actual o en la siguiente, según nuestro billete. Yo no me fiaba y busqué a alguien de la empresa. Tras llegar hasta el vagón de máquina y no encontrar a nadie me di la vuelta y comencé a correr para encontrar a mí compañero ya que el tren desaceleraba y la gente comenzaba a levantarse por lo que me ponía nervioso. Justo al llegar a mi vagón pasó alguien que parecía de la empresa y le preguntamos. Nos confirmó que teníamos que cambiar de tren y que habíamos perdido (no se cómo porque del tren no nos podíamos escapar) el tren, que teníamos que esperar una hora al siguiente para llegar a Savona.

Ahora nos tocó hacer turismo alrededor de la estación de tren de Génova y conocimos otro bar caro en el que nos comimos unos sándwiches y ya llegábamos cenados a Savona.

En este nuevo tren rumbo a Savona era más moderno y tenía pantallas donde nos anunciaba las paradas y próximas paradas algo que tranquilizaba bastante. Al ver que el tren paraba cada 15 minutos en todos los pueblos de Liguria (la región a la que pertenece Génova y Savona) confirmamos eso de que no llegábamos a las 21:50 sino una hora más tarde. Después de un día de viaje no era una grata noticia el saber que tenías que esperar más tiempo.

Nuestra coordinadora, que ya estaba esperándonos en Savona desde las 21:30, tuvo que esperar otra hora y pico más. Sus primeros voluntarios del curso y llegaban tarde…Los nervios se acentúan al ver que nos aproximamos y que por fín vamos a llegar a Savona, a nuestra nueva casa y nuestro nuevo proyecto… y conocer a Didi nuestra coordinadora.

Próxima parada: Savona. Me dispongo a hacerme el tetris de maletas con la ayuda de mi compañero y mientras bajo los escalones del tren escucho con un marcado acento italiano: “¡Rubén!”, a lo que yo respondo con alegría, cansancio y un sentimiento de “por fin”: “¡Adelia¡”.

Y así comienza mi aventura de un año, un año en el que poder convivir con otros jóvenes europeos y aprender de sus experiencias, en el que poder conocer a jóvenes de la ciudad y compartir nuestras vivencias e ideas, en el que trabajar en el sector de lo socio-educativo y desarrollarme como persona. Aquí comienza mi EVS.


Quercus (Rubén)

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